miércoles, 28 de mayo de 2008

Adquiriendo nuevos hábitos

Cuatro días aquí y ya me voy haciendo a la rutinilla, voy encontrando mi espacio. Resulta curioso como en tan poco tiempo se te quita la tontería del apego a tu pequeño entorno, que te tanto te ha costado dejar pocos días atrás. Supongo que las luces de neón de la novedad (y entiéndase la metáfora en luces de neón, que por aquí hay más bien pocas, al menos en lo que he visto hasta ahora; no, no es precisamente Las Vegas esto, aunque desierto debe de haber para vender a peseta el metro cuadrado y hacerse millonario) influyen, y que cuando el brillo de éstas vaya haciéndose más tenue irá ganando terreno la morriña. Pero, como ahora no estoy en ese punto, para qué anticipar.

La gente está siendo muy agradable, la del trabajo principalmente, porque aparte de ellos y de los conductores (al personal del hotel no lo cuento, porque ser amable es su trabajo, aquí o en Vancouver) tampoco ha habido mucho intercambio con gente local. Mi compi Mohamed (hacemos equipo en la gestión del proyecto para el que he venido) es un tipo muy majete y por ahora hay muy buena sitonía. Por cierto, por aquí el nombre más común es Mohamed, mientras que en Egipto es Ahmed. En un mail de un proyecto que llevamos el año pasado con Egipto, de 8 que estaban en copia ¡5 o 6 se llamaban Ahmed!

Del curro no voy a hablar porque no es éste el sitio. Simplemente decir que ha empezado fuertecito, estamos arrancando y hay muchas cosas que atar.

En esta ciudad (el resto del país no lo conozco y probablemente no llegue a conocerlo) se encuentra uno una curiosa mezcla: la mayoría de la gente es de raza negra, pero son de cultura (e idioma) árabe y de religión musulmana. Había estado en países del África negra y en países de Oriente Medio, por eso me resulta curiosa esta mezcla, esta 'transición' entre dos mundos que ya conocía (un poco).

A uno le sigue sorprendiendo, aunque lo haya experimentado bastantes veces ya en otros lugares, cruzarse con alguien completamente desconocido y que le salude y le dedique una sonrisa, sin pedir nada a cambio. A uno le sorprende porque no se estila en su ciudad. A uno le sorprende y le agrada, y contesta con otro saludo y su mejor sonrisa. Y uno anda cuatro pasos más con la sensación de haber recibido un regalo. En estas ocasiones siempre me vienen a la mente las palabras de mi profesor de filosofía de cou (bueno, el equivalente francés al cou de entonces) en burdeos, que decía que saludar a alguien equivalía a reconocerlo como ser humano. Y a mí me da que cada vez que uno se olvide o niega la naturaleza humana de otro, lo que está haciendo es olvidar o negar la propia. En fin, a uno le da por pensar, a veces demasiado.

Sigo bien. Mañana será otro día. Otro comienzo. Cada día debería ser un nuevo comienzo. Cada minuto en realidad. Cada segundo.

Hasta mañana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ocurre que hay hoteles donde ser agradable no es norma de la casa, así que siéntete afortunado si en el tuyo lo son.

Eso de saludar por la calle.. bufff, en qué momento ocurrió que las (grandes) ciudades nos comieron de esa forma. Lo que cuentas es sólo la punta de un iceberg aún mayor. Este mundo está cada vez más globalizado y al mismo tiempo cuesta tanto vincularse con los de al lado nuestro.. ¿por qué?

Morsa dijo...

Saludar a alguien es reconocerlo como ser humano... Muy bueno.

Interesante la reflexión que surge de la mezcla de tu post y el comentario de Pablo, ¿acaso nos reconocemos menos humanos en el espejo del otro?

Es curioso porque yo creo que sí nos reconocemos. Se percibe en esa mirada furtiva con la que uno esquiva al otro. Le ha notado. Pero creo que por miedo a que le nieguen ese saludo que lo reconoce como igual y sentirse inferior, prefiere jugar al prisionero que delata...

Esta sociedad maquiavélica de fines que condicionan el resultado por encima de los medios, de resultados y no de méritos, nos provoca tal ansiedad y tal insomnio que hasta el zumbar de una mosca nos sobresalta. Y la matamos.